Por Mar Vargas Torres
En el cortometraje peruano “Mientras todo iba pasando” (2023) de Arón Nuñez Curto y Sandra Rodríguez, la niña interior de una mujer adulta aterriza en un paracaídas a la Lima de sus recuerdos, hay un retorno a su adolescencia y a las amistades del pasado, desde ese destiempo nuestra protagonista inicia el relato del momento trascendental en que cesó de jugar “dancing” con sus amigas para adentrarse junto a ellas en un viaje por rutas, palabras y miedos antes desconocidos.
Este cortometraje de quince minutos, nos lleva a preguntarnos por los juegos de las niñas y sobre el momento en que dejan de jugar, a las niñas se les enseña el “juego” de ser mamás, lo que eso signifique, no se les enseña el “juego” del aborto, de acompañar abortos, ¿si son las niñas quienes aprenden a cuidar, ¿quién las cuida a ellas cuando no entienden las reglas del juego?, ¿serán acaso siempre las otras niñas quienes entre ellas con una mano se sostienen unas a las otras? ¿a qué juegan los niños mientras ellas juegan a cuidar?, ¿a qué juegan las niñas después de la muerte?
Con estas preguntas y una voz en off recurrente que guía el relato, recorremos las imágenes que evocan meramente la Lima del pasado de estas mujeres, la historia de amistad entre tres niñas unidas por dos abortos clandestinos, escuchamos ahora las palabras de esta mujer que retorna a su adolescencia como acompañante, la de quien sin saberlo sería testigo y compañía, todo acontece con tanta rapidez que apenas logra recordar su propia forma de haber estado, las preguntas que quedaron sin responder y los caminos transitados un poco a ciegas.
Volver a recorrer los pasos de la Lima de ese tiempo, los lugares que se atan a la memoria de estas niñas que tomando decisiones, como sabían, como podían, nos lleva como espectadores a imágenes ya muertas, pues son recuerdos de un tiempo ya pasado, sobre la muerte misma.
Este es un documental sobre la amistad, la ruptura con los juegos de niñas y la entrada hostil al mundo de las mujeres que deciden no ser mujeres-madres, una revisión desde una mirada adulta sobre la propia experiencia de la adolescencia con todo lo que puede atravesar este concepto en momentos tan complejos, donde no sabiendo que decir, ni que hacer (al igual que sus pares), una niña simplemente estuvo, como sabía, como podía.
A veces, muchas veces, las historias que escuchamos no solo hablan de quien tiene la voz, sino de otras, las que no están, quienes no pueden o no quieren estar para ser narradoras de sus propias memorias, ponerle rostro y voz al propio aborto puede conllevar un acto tan pesado como el aborto mismo, con la misma hostilidad y miedo, las ausencias también se potencian en el recuerdo que queda en quienes desde el presente les visitan y reviven a través de la palabra, a veces son las testigos, quienes extienden la mano, quienes también extienden su voz para amplificar la de otras, esa voz que prestada da cuenta de las otras voces, así el relato transita de la muerte a la resurrección de las que un día fueron niñas que jugaban ya no a la maternidad, ni a los abortos, solo a danzar.
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